domingo, agosto 11, 2013

Sensación

 
La sensación es algo personal. Es una experiencia íntima que, en ocasiones, coinciden con la de otras personas que están allí. La sensación es válida porque la percibimos pero no por ello las sensaciones son algo deseables en muchos casos. La sensación no es una percepción cruda de la verdad, tampoco una fidedigna interpretación de nada. Pero es. Todas las emociones pasan, tantas veces, por las sensaciones. Y más, valga decirlo.
Así tenemos la sensación de placer y de miedo. De felicidad y de infelicidad. De esperanza y de desesperanza. De seguridad y de fragilidad. Depende de tantas cosas que no siempre es fácil explicarlas. Porque, al ser personal no se percibe por el entendimiento sino por los sentidos. Aunque podamos comprender lo que el otro pueda tener como sensación, no es nuestra sensación hasta que lo sea.
¿Qué hacemos con la sensación del otro? Sería una pregunta a hacernos. Quizás, en primer lugar, dividirlas en dos. Si esa sensación esa persona la disfruta y a nosotros nos gustaría hacerlo, pues disponernos para ello. Ofrecerse la posibilidad de percibir esos “colores y sonidos” que “acarician” al otro (metafóricamente hablando, aunque bella metáfora). Estar con ganas de estar frente al espectáculo de sensaciones que permiten oasis. Dejarnos llevar por esos senderos y deleitarnos por poder intentarnos y, un poco más si llegamos a hacerlo.
El otro grupo es el que percibe sensaciones que molestan, frustran o fragilizan. ¿Qué hacer? Pues la disposición que necesitamos es otra, es obligarnos a escuchar lo que nos parece inaudible: una sensación que afecta y que no nos afecta. Ofrecerse a escuchar al otro pero con el todo que podemos poner en ese momento. Nunca es menospreciar, reducir o extrapolar la sensación que el otro tiene. Es permitirse creer que podemos brindar una ayuda para apaciguar esa sensación, dar algún tipo de ungüento para fortalecer esa fragilidad. Intentarlo, con la convicción de poder lograrlo.

Sensaciones. Todo lo que nos hace vivir pasa por ello. Quizás aceptemos eso si pensamos en nuestros momentos vitales, esos donde nuestras sensaciones consiguieron sus mejores ejemplos.

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