sábado, julio 11, 2015

Sexo



El sexo como simple hecho de procurar el placer y encontrarlo, en ocasiones. El sexo como actividad humana. Si, sé, los animales lo practican también. Pero la diferencia está allí, siempre. Es solamente nuestra especie, la humana, quien puede darse el lujo de escribir sobre el sexo; de imaginarlo, de soñarlo, de leerlo, de reproducirlo en detalles y usar toda el abanico de las emociones para hacer que sea, esa experiencia, una instancia particular o anodina.
Me corrijo, entonces, el sexo como sólo los seres humanos podemos hacerlo. Desde la simple descarga funcional hasta aquel tejido en sentimientos y expuesto en gestos. El sexo como encuentro, como distancia, como bronca, como recuerdo, como tatuaje, como oda, como llanto, como descubrimiento, como aventura, como ritual sagrado, como entrega, como despedida, como juego, como desesperanza, como lo que fuera. Sólo nosotros, los humanos somos capaces de hacer los mismos gestos, la misma actividad, infinita cantidad de veces y, al mismo tiempo, dotarla de un sentido diferente, personal, propio, único cuando queremos.
Lo curioso, es que podemos hacer del sexo, una actividad compartida, una actividad solitaria y una actividad de personas que están juntas, aún sin encontrarse. Por ello, nómades somos de cuerpos y pieles, de labios, de gestos, de genitales expuestos, de lujuria, lasciva y amor. Porque el sexo también es utilizado por el amor, como un lenguaje preciso, real y sincero (¡Bendito sea por eso!)

Por ello, no dudemos en hablar el lenguaje del sexo, de pulirlo como si fuese una artesanía, de buscarlo como si fuera necesario, de desearlo como si fuera un lujo, de pretenderlo como si fuese ambición, de amarlo como si fuera encuentro único. Tal vez, si nos dedicamos un poco más a ello, quizás, sólo quizás, podamos hacer de este mundo un lugar un poco mejor. 

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